La paz en Colombia, ¿Qué tanto estamos dispuestos a sacrificar?
Punto de partida:
El Jefe de Estado pidió 'triplicar' operaciones militares y reiteró que no habrá cese del fuego.
El Jefe de Estado pidió 'triplicar' operaciones militares y reiteró que no habrá cese del fuego.
(Noticia registrada por el
diario colombiano “El Tiempo”)
Desde Cartagena, donde lidera el lanzamiento del
Plan Integral de Seguridad ‘Bolívar Seguro’, el presidente Juan Manuel Santos
advirtió que las Farc “se equivocan” si creen que con sus recientes ataques y
secuestros van a lograr un cese del fuego mientras avanza el proceso de paz.
“Si las Farc creen que a través de los secuestros
van a tratar de presionar al Gobierno para lo que ellos aspiran, que es un cese
al fuego, se equivocan”, afirmó el jefe de Estado.
Santos dijo que lo único que la guerrilla logra con
este tipo de actos es que la Fuerza Pública ejerza una acción más contundente.
“Esto lo que nos estimula es a ser cada vez más
contundentes. Eso que quede absolutamente claro”, subrayó el mandatario, quien
aseguró que “hay que triplicar” las acciones contra la guerrilla.
Desde el inicio del proceso de paz con las Farc, el
Gobierno dejó claro que únicamente habrá cese del fuego cuando se alcance un
acuerdo definitivo para la terminación del conflicto armado en Colombia.
Fuente: http://www.eltiempo.com/politica/santos-dice-que-no-se-dejara-presionar-de-las-farc_12568374-4
consultado el 31 de Enero de 2012
Reacción
Dentro de la lógica de la guerra, quien más causa
daño en el enemigo puede imponer las condiciones de capitulación. Los dos
contendores del más publicitado conflicto colombiano, están más o menos identificados:
El Estado y La Insurgencia. Cada uno maneja sus propios esquemas de acción dentro
de una lógica propia. El Estado se ampara en la Ley y la Constitución, pero no
es un secreto que estas instituciones a menudo han sido confeccionadas o
perfiladas por y para los más poderosos. La Insurgencia se ampara en la idea
popular de una nación más equitativa, pero sus ideales han ido viciándose por
intereses mezquinos y actividades destructivas, como el genocidio, el secuestro
y el tráfico de narcóticos.
Las tendencias de cada actor en el conflicto, han sido
casi invariablemente las mismas: por un lado, la represión frecuentemente brutal
y desmedida de parte de los agentes del Estado; por el lado de los subversivos,
los actos de violencia lesivos, desesperados y hasta infames, al involucrar a
la población que no está incluida dentro de lo que representa el término
“Estado”: población civil e indefensa, especialmente mujeres y niños. ¿Cómo se
puede articular un cese del conflicto dentro de este compás de violencias a
manera de una espiral ascendente de agresiones?
Texto
Bíblico: Lucas 14: 31-33
¿O qué rey, que sale a hacer
guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si puede salir con diez
mil al encuentro del que viene con veinte mil? De otra manera, cuando el otro
rey está todavía lejos, le envía una embajada y pide condiciones de paz. Así,
pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas que posee, no
puede ser mi discípulo.
Este es parte de la serie de discursos “de camino”, es
decir, pronunciados mientras Jesús se desplazaba desde Galilea hacia Jerusalén.
Abarca una gama variada de respuestas dadas por el Señor a situaciones
puntuales, generalmente propiciadas por sus adversarios o sus mismos discípulos
(Agustin George, 1987, El Evangelio Según San Lucas, págs. 26-27).
En este caso, las palabras de Jesús son una reacción
ante las personas que en gran número se le acercaban y le acompañaban (Lucas
14: 25). El tema central de esta serie de advertencias se podría resumir como
“ustedes no parecen estar conscientes de lo que implica ser mis discípulos, se
han apresurado demasiado a decir «sí, te sigo, Jesús», no han renunciado lo
suficiente” Esto contrasta notablemente con la invitación, al parecer amplia e indiscriminada,
hecha a todos los menospreciados para que participen del Reino de Dios,
pronunciada inmediatamente antes, en Lucas 14: 1-24. También contrasta con la
explicación de la misericordia efusiva, abundante e incomprensible de Dios por
los menospreciados, en Lucas 15: 1-32. La explicación para esta aparente
contradicción puede ser que, la decisión de Dios de extender su misericordia
generosa a los desposeídos y excluidos exige de éstos que actúen con total
entrega y compromiso hacia los valores del Reino presentado por Jesús. No basta con saberse invitado, si no se es
participante activo. No basta con querer abrazar, si antes no se tiene una
disposición a renunciar.
Lo anteriormente
expuesto, resalta las actitudes de compromiso y entrega que constituyen el
talante de quienes se dejan animar por la Vida. Esto es cierto, incluso en un
marco de cese de conflictos sociales, como el que vive Colombia. No basta con
declarar a los cuatro vientos que se está participando en diálogos de paz. El
diálogo supone que el adversario humano con el que ahora se dialoga, cuenta
activamente. Se debe pensar en renunciar a algo, no precisamente la dignidad
propia, pero sí a la comodidad a la que uno se ha acostumbrado. Si de lo que se
trata de veras es de buscar caminos de paz, el peor error es considerar indigno
al enemigo, alguien frágil a quien se puede engañar o manipular. Esa es otra
manera de maltrato, también diabólica, sutil e inhumana.
El
giro sorpresivo de la vida irrumpe con una
actitud creativa (Jürgen Moltmann, 2000, El Espíritu Santo y la Teología
de la Vida, pág. 39). El compromiso y la entrega en la misión de la
paz, ahora animan
a descubrir ante el otro el propio rostro, en el que se hace visible la
consciencia del sacrificio al que se está dispuesto para que ese otro
exista en
un ambiente pacífico e incluyente. ¿Han sido necios los dos reyes
enfrentados?
¡Sí rotundamente, al desenfrenarse en un desperdicio absurdo de vidas
humanas y
recursos vitales! No han calculado suficientemente el precio. ¿Existe el mismo peligro al emprender un cese
al fuego per sé, sin considerar el precio de semejante esfuerzo? ¡Desde luego
que existe!
Los dos bandos enfrentados han demostrado de sobra
su capacidad de destrucción, engaño y desprecio por el otro. Ese ha sido
precisamente el tono del escenario de la guerra que hemos presenciado durante
varias décadas. ¿Cómo exhibir una actitud distinta, de cara a millones de
compatriotas y testigos de la comunidad internacional, desgastados por tanta
muerte?
Un acercamiento
desde Lucas 14
Usar las presiones de la violencia para movilizar al
contendor a solicitar condiciones de cese al fuego, es uno de los objetivos de
la guerra. Es la forma en que también el gobierno colombiano ha actuado. Además,
la situación ahora no es tan simple como la del escenario pintado por Jesús en
su parábola. En nuestra realidad, ambos “reyes” siguen mostrando su capacidad
de causar daño y a la vez insisten en hablar de paz. Quieren exhibir, cada uno a
su modo, que ambos son el “rey fuerte”, “el que tiene los veinte mil soldados”.
A sus ojos, el otro tiene apenas “diez mil soldados”, suficientes en todo caso para
seguir sosteniendo el costoso conflicto otras décadas más. En otras palabras,
cada uno proclama a su manera que es el otro quien tiene que sentarse a calcular
si tiene con qué. La razón es que se necesita calcular si hay insumos, tanto para
hacer la guerra como para hacer la paz.
En todo caso, es loable que hablen de “condiciones
de paz” (Lucas 14: 31, 32). A las actuales circunstancias se ha llegado desde
los fracasos pasados. Paradójicamente, se
han propuesto unos acercamientos entre el Estado y la Insurgencia en una sala, mientras
que en la otra los enfrentamientos se agitan y endurecen. Como quiera que sea
la configuración de la naturaleza de esta relación de odios y acercamientos, el
camino de la paz es siempre bienvenido, así la metodología no nos resulte
siempre tan clara.
¿Cuál es el futuro, ante esta mutua actitud de rey fuerte
que habla con dureza, mientras exhibe su capacidad de lastimar, en espera de
que el otro claudique? ¿Podría ser la señal clara de que ambos están en franca
retirada? Así parece, pues en el engaño del teatro del Caguán las cosas eran a
la inversa: ambos adversarios bajaban la cabeza hablando de paz, mientras, en
secreto, al menos uno se armaba e intensificaba la violencia. Así que,
irónicamente, se podría esperar un re direccionamiento en el rumbo del
conflicto colombiano. Esa sería la conclusión de Sun Tzu, según uno de sus
principios, extraído de su obra “El Arte de la Guerra”: Si los emisarios del enemigo pronuncian palabras humildes mientras que
éste incrementa sus preparativos de guerra, esto quiere decir que va a avanzar.
Cuando se pronuncian palabras altisonantes y se avanza ostentosamente, es señal
de que el enemigo se va a retirar.
Aplicación
Hablar de un desarme y un cese de hostilidades dentro
de un escenario tan complejo y añejo, es no sólo inverosímil sino
extremadamente utópico. La perspectiva de quienes asumimos a consciencia
nuestro papel como seguidores de Cristo, necesaria en todo caso, puede variar.
Hay quienes esperan un cese del conflicto armado, así las condiciones de
inequidad del país sigan causando escándalo. Es la opción “milagrera”, ciega a
otras realidades. Hay quienes apoyan el recrudecimiento y la aceleración total
de la maquinaria de la muerte, para al fin extirpar el mal que se percibe, como
si se tratara de un juego de “los buenos contra los malos”. Es la visión maniquea,
alimentada muchas veces por los discursos de los poderosos en los medios de comunicación
(visión en la cual, claro está, ellos son los únicos buenos e incluso las
pobres víctimas). Hay quienes, por otro lado, asumimos que el monstruo de la
guerra debe tener un pronto envejecimiento y muerte más o menos naturales. Ya hemos
presenciado el surgimiento y desarrollo de un proceso de violencias y exclusión,
con la complicidad y el oportunismo de unos pocos que se han lucrado con la
guerra. A este, sólo le queda extinguirse, agotarse.
No obstante, consideramos que el ambiente de
terminación del conflicto tiene que forjarse de manera intencionada. La paz es
algo por lo cual se trabaja comprometidamente (Mateo 5: 9), no es algo que
llega por casualidad. En cambio es toda una labor, que surge al empezar a
preguntarnos, por ejemplo: ¿Qué tanto estamos dispuestos a sacrificar de
nuestra comodidad para permitir que el otro crezca y se realice de forma
pacífica? Esta es una cuestión de la más alta pertinencia. La recurrente
tendencia que tenemos es a reclamar con ahínco nuestros derechos y privilegios,
mientras cerramos la puerta a quien intenta hacer lo propio, bajo la premisa de
que él o ella no lo merecen porque son
diferentes, inferiores o indignos de nosotros. Esta es una mentalidad
violentadora, matriz de los más grotescos desmanes, precisamente los que hemos
visto con horror durante sesenta años.
Finalmente, no podemos ser tan ingenuos al suponer
que todos por igual detestamos la guerra, las masacres, los secuestros, el
negocio de las armas, los desplazamientos y la apropiación de la tierra por la
fuerza. También hay manos infames que amontonan riqueza y prestigio con la
muerte y la miseria de miles. Por su propia naturaleza, es muy difícil detectarlos,
señalarlos y confrontarlos. Pero a estos actores, muchas veces ocultos,
rastreros, también les cabe la misma interpelación. ¿Qué tanto están dispuestos
a sacrificar de ellos mismos? ¿Son sinceros al hablar de una paz coherente con
la historia de este país?
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