miércoles, 17 de diciembre de 2014


¿Un Cristianismo Químicamente Puro?

Valoración de ciertas características del cristianismo que le confieren universalidad y diversidad

Una sustancia es químicamente pura cuando mantiene invariables sus propiedades al ser sometido presiones físicas

Para lectoras y lectores bíblicos en todos los tiempos, el gran desafío ha consistido en estar a la altura de la Revelación contenida en la Escritura. En otras palabras, vivir la fe en Jesucristo del modo más honesto y coherente con la experiencia de sus primeros discípulos. En el intento, se ha propuesto la posibilidad de mantener estrictamente las vivencias y expectativas de aquella primera comunidad palestina, sus ritos, forma de culto, palabras, normas morales, celebraciones y doctrinas. Una especie de transplante disponible para cada situación en la historia. Esta iniciativa apuntaría al ideal de un discipulado ciento por ciento bíblico que sea "agradable ante Dios" en grado sumo. Pudiéramos llamarlo un cristianismo "químicamente puro", listo para practicarse en cualquier laboratorio social. Las ciencias definen que una sustancia es químicamente pura cuando mantiene sus propiedades constantes e inseparables, aún aplicándole presiones mecánicas o físicas, como un golpe o un corte.

Pero hay que advertir que la fe en el Señor Jesús, aunque tremendamente poderosa, está inmersa en paradojas admirables. El Maestro de Nazaret dejó un legado universal que ha transformado naciones y culturas, sin un sólo documento escrito por él. No existe un testamento autografiado por Jesús para sus generaciones futuras de seguidores y seguidoras. Lo que nos ha quedado, es el testimonio escrito de sus discípulos en Palestina, Siria y regiones cercanas del imperio romano. Ellos registraron sus hechos y enseñanzas a raíz de la resurrección, en la colección de escritos que llamanos Evangelios, los cuales a su vez expresan visiones diversas de los acontecimientos. Con estos insumos, el cristianismo se ha desenvuelto con aciertos y equivocaciones en su historia. Y a pesar de lo noble que parece diseñar un cristianismo "químicamente puro", practicable en cualquier contexto y época, algo así no es viable ni deseable por dos razones: La primera, la situación histórica de los orígenes es irrecuperable. La segunda, la fe cristiana es una "sustancia soluble".

Irrecuperabilidad histórica de la experiencia original


¿Es posible replicar exactamente la experiencia de los primeros cristianos? Para la muestra, veamos el esfuerzo por recobrar la cultura bíblica evidenciada en el arte. Estas representaciones de Salomón muestran los aciertos y desfases: 1) Siglo XIV 2) siglo XII 3) siglo XIII 4) siglo XV 5) siglo XIV 6) siglo XV 7) siglo XVI 8) siglo XV 9) 1959 10) 2008.
En el primer aspecto, es un hecho que la experiencia de los primeros discípulos quedó perdida en la historia que éstos registraron en el Nuevo Testamento. En él, Jesús es testimoniado, pero también se esconde. No disponemos de una fotografía o una grabación de su voz audible; tampoco la posibilidad de replicar las condiciones de la sociedad judeo cristiana del siglo I: vida rural, dominación romana, lenguas aramea, griega y latina, agitaciones sociales, el templo y la sinagoga, entre otras. Pero la inexistencia de esas evidencias es una ventaja que nos libra de los ídolos. Dos demostraciones palpables: el culto a la serpiente de bronce elaborada por Moisés, ocurrido cinco siglos después durante la época del rey Ezequías (Números 21:9; 2 Reyes 18:4), y la torpeza medieval de los crédulos que corrían tras supuestos trozos de la cruz de Cristo o leche materna de la Virgen María.

Solubilidad con la cultura

Esta caricatura exhibe de forma paradójica la mutua afectación entre cristianismo y cultura
En segundo término, una característica particular del cristianismo es su virtud de poderse anunciar en cualquier contexto socio cultural (Romanos 10:14). Empleando la misma terminología de las ciencias naturales, el cristianismo es "soluble" con las culturas. Esto quiere decir que se puede disolver en ellas, causando una verdadera reacción. La comisión dada por Jesucristo y su experiencia entre los no judíos son prueba de ello (Mateo 24:14; Marcos 7:26-30; Lucas 10:1ss). La ardua labor misionera transcultural encabezada por Pedro, Pablo y otros discípulos anónimos lo confirman. Pero la comprobación definitiva nos la entrega la historia: el cristianismo se consolidó como la fuerza transformadora en el hemisferio occidental y en diversos escenarios del oriental. Esta capacidad de ser acogido en tantos contextos, confiere al cristianismo su universalidad.

Pero todavía hay que mencionar algo importantísimo. Cuando la fe en Jesucristo transforma una cultura, esta, a su vez, es capaz de afectar la forma como se experimenta la fe. El resultado del proceso es que pueden mantenerse juntas la fidelidad al evangelio y la sensibilidad a la cultura. Una evidencia bíblica de ello es la forma como la cosmovisión griega fue afectando las expresiones judeocristianas originales, o sea, las más cercanas al cristianismo "químicamente puro" de Palestina. Con la conversión de personalidades como Esteban y Pablo, el cristianismo dejó de ser una religión étnica, centrada en Israel, para elevarse como una fe universal. (Hechos 1:8; 6:8- 7:60; 15:1-29; Romanos 1:16-17). En adelante, el cristianismo rompió el cordón umbilical que lo ataba al judaísmo, y terminó rebasándolo en alcance y relevancia a finales del siglo I. Pero paradójicamente, con cada cultura impactada, se suscitaban modos diversos, raras veces diferentes en esencia, de ser cristiano: palestinos, etiopes, sirios, alejandrinos, asiáticos, griegos, romanos, gnósticos, arrianos, armenios, montanistas. A esta cualidad podemos definirla como diversidad.

La universalidad y la diversidad frente al reduccionismo y el totalitarismo

La universalidad y diversidad del cristianismo deben ayudarnos a descartar todo intento de reduccionismo y totalitarismo desde los grupos sectarios y las mega instituciones religiosas
Por todo lo anteriormente explicado, consideramos que no es posible ni deseable experimentar un cristianismo "químicamente puro", entendiendo como tal el conjunto de las exactas normas, prejuicios, aspiraciones y prácticas de los primeros discípulos de Jesús. Algo así es una falacia. No es coherente pretender trasplantar sin más las vivencias de la iglesia primitiva, como tampoco sería coherente desear vivir sometidos a un imperio como el romano, o rehusar las bondades de los adelantos de la ciencia. Más aún, es sensato esperar que en la medida en que la fe cristiana es acogida por nuevas culturas y grupos sociales, vaya adquiriendo expresiones novedosas. Esta es la razón por la cual hay tanta diversidad de iglesias, denominaciones y confesiones cristianas. Pero es necesario aclarar algo: El mismo Cristo revelado en la Escritura, sigue activo en la experiencia de sus seguidores y seguidoras mediante su Espíritu.

La situación descrita nos coloca en una actitud de rechazo frente al totalitarismo y el reduccionismo. El totalitarismo intenta estandarizar a todas las expresiones cristianas, o someterlas bajo su dominio. Frecuentemente es el mal de las grandes instituciones eclesiales. Para hacerlo, tienen que empezar por negar la legitimidad de las diversas formas cristianas de fe, pretendiendo "uniformarnos a todos en un gigantezco campo controlado". Por su parte, el reduccionismo, propio de los grupos sectarios, percibe la totalidad de la fe cristiana a través de un estrecho agujero doctrinal o cultural. Descarta llanamente las demás percepciones y experiencias, negando la esencia universal del cristianismo. Su objetivo es "encerrarnos a todos en una caja de fósforos".

Quienes afirman poseer la total y exclusiva identidad con las primeras comunidades neotestamentarias, tristemente sólo exhiben una mezcla (muchas veces incoherente) de ritos, hábitos culturales y percepciones limitadas de la fe. Sólo basta asomarnos al mundo circundante usando la internet o la televisión para darnos cuenta de ello. 

El totalitarismo y el reduccionismo son formas de negar la diversidad y la universalidad del cristianismo. El primero, entre instituciones religiosas poderosas; el segundo, entre los grupos sectarios.

Finalmente, una puntualización importante, que concierne a los exégetas, teólogos, intérpretes bíblicos, ministros y líderes eclesiásticos. Su tarea ha sido y será discernir los aciertos, perspectivas, debilidades y riesgos latentes en cada experiencia particular de fe en Jesucristo cuando dialoga con la cultura que le rodea. Con su valiosa ayuda auspiciada por el Espíritu Santo, Inspirador de la Escritura en el pasado e Iluminador en el presente, la tarea será harto provechosa. El constante desafío de cada congregación y discípulo sigue siendo mantenernos fieles al mensaje orginalmente dado a los santos y abrirse con sensibilidad a los permanentes cambios culturales y sociales (Judas 3; Marcos 13:9-11).

Lic. Nelson Lavado
Comunidades Bíblicas Lectoras
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Para saber más
Alvarez, Jesús. Historia de la Iglesia Tomo I: Edad Antigua. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2001.
Dirección Nacional de Publicaciones (eds). La genealogía del cristianismo: Origen de Occidente. México: Sello Bermejo, 2000.
González, Justo. Historia del Cristianismo Tomo I. Miami: Unilit, 1994.
Lewis Jonatán, Misión Mundial Tomo I, Miami: Unilit, 1990.
Wilckens, Ulrich. La Carta a los Romanos Tomo I. Salamanca: Sígueme, 1992.



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