martes, 28 de abril de 2015

Gastar la vida en lo que no satisface


¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan,  y vuestro trabajo en lo que no sacia?  Oídme atentamente,  y comed del bien,  y se deleitará vuestra alma con grosura. (Isaías 55:2)



La codicia sigue acabando con la vida en Colombia y en América Latina. Específicamente la codicia del oro, el oro negro (petroleo, carbón), el oro verde (esmeraldas), el oro blanco (coca). Tanto las corporaciones como los explotadores particulares contaminan sistemáticamente las aguas, dejando estelas de erosión y muerte al paso del fracking, el envenenamiento con mercurio y glifosato, la deforestación, la rapiña de tierras y el desplazamiento forzado de sus moradores humanos y animales.

Sólo el bajo costo del petróleo en el mercado mundial, ha detenido temporalmente la demencial carrera de extraer petróleo y gas mediante la técnica del fracking, desperdiciando el agua y sometiendo a los ecosistemas a abusos grotescos. Las demandas de las comunidades locales y los grupos indígenas, han detenido sólo en parte la voracidad de las empresas de explotación de oro en los páramos y ríos. El afán de lucro de unos pocos, pone en riesgo la existencia de poblaciones enteras y sus generaciones.

"No podemos beber dinero", es una señal de protesta ante el desperdicio y la contaminación del agua ocasionados por la explotación de petróleo mediante la técnica del fracking en Estados Unidos. Imagen: comunidadism.es

La otra cara de la moneda está en la fastuosidad de los centros comerciales de las grandes ciudades del mundo. Allí exhiben sus destellos las vitrinas de las joyerías, donde las esmeraldas colombianas y diamantes de Zimbabwe completan el cuadro de belleza artificial. Lo propio ocurre en la infatigable labor de las industrias hambrientas de diesel, gasolina y carbón. Y ni qué decir del negocio de sustancias psicoactivas como la cocaina, cuya producción ilegal o persecución legal generan desastres ambientales todavía desconocidos, por cuenta de la destrucción de selvas y la fumigación con químicos.

Irónicamente, las riquezas acumuladas de estos rentables negocios llegan a muy pocas manos. Precisamente a las de aquéllos que tienen cómo pagar por agua pura, aire no contaminado y mansiones en sectores exclusivos, lejos de la miseria y la polución que generan.

Ante este panorama de sinsentidos y aberrantes injusticias, la voz de Dios sigue haciéndose escuchar. Pero no se dirige a los promotores de estas perversidades, rara vez dipuestos a detenerse. En lugar de eso, se encamina a sus "víctimas y clientes". La voz divina interpela con ingenuidad, llamando nuestra atención a lo que parece tan obvio. ¿Por qué desperdiciar la vida en lo que no nos otorga plenitud? ¿Por qué dar en usufructo nuestra existencia a cambio de narcóticos, lujos innecesarios y artículos contaminantes? Si la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido (Mateo 6:25), ¿Por qué semejante desenfreno? La lógica divina a través del profeta, presenta ante nuestros ojos una ironía aterradora: Si quedamos exhaustos por adquirir lo que no es pan y no nos sacia, estamos condenados en el futuro a mendigar por aquello que sí nos satisface de veras, cuando lo necesario para vivir empiece a escasear.

Joyas, cocaína y autos lujosos: símbolos de la extravagancia, la decadencia y la ostentación, ocultan las desgarradoras historias de muerte, pobreza y daño ambiental que generan sus industrias. ¿Qué sentido tiene tanto despilfarro?, preguntaría escandalizado el profeta Isaías 
Para la muestra, un ejemplo patético al que nos hemos ido acostumbrando ¿Por qué pagar por agua pura (¿pura?) envasada en botellas de plástico (un contaminante más, derivado del petróleo), como si fuera un artículo al que sólo tienen derecho quienes la pueden costear, cuando en verdad el agua es un derecho de todos y todas? ¿A tal punto damos la razón a quienes envenenan nuestras fuentes, que tenemos que pagarles para que de paso nos dejen unas pocas reservas para existir?

Sorpredentemente en Colombia, uno de los más ricos en fuentes hídricas, ya no parece causar escándalo la propuesta de la multinacional Nestlé para que se privatice el acceso al preciado líquido, o que Coca Cola haga uso de fuentes subterráneas a precios irrisorios mientras cobra altos costos por el producto envasado. Imagen: http://www.telesurtv.net/  

Por todo lo anterior, los acuerdos mudos de complicidad con quienes envenenan nuestra agua, tierra y aire deben romperse. Consumir drogas no es sólo un acto inmoral de daño al cuerpo y la mente del individuo y su entorno social, sino una alianza con quienes talan árboles o contaminan agua para producir o destruir narcóticos. Quien adquiere joyas debería considerar el oscuro negocio que frecuentemente late detrás de cada producto terminado. Lo mismo debería asumir quien malgasta combustible o derivados del petróleo de los llanos orientales y el carbón de la Guajira.

Finalmente, sin llegar a odiosos extremos como el de satanizar per sé la producción o consumo de bienes y servicios, es todavía pertinente escuchar la voz de Dios a través del profeta, que nos inquieta acerca de por qué actuamos como actuamos. Pero que además nos insta a escucharle, para comer buenos alimentos y manjares deliciosos. Esto es, en últimas, de lo que se trata todo el asunto, es decir, que la vida de todos y todas es digna de disfrutarse.


Nelson Lavado
Comunidades Bíblicas Lectoras

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  Para saber más

Assman, H (1994). Las falacias religiosas del Mercado.
Boff, L. (2007). Derechos de la tierra.
Cangar, J. (2011). Riesgos ambientales del Fracking. http://www.comunidadism.es/blogs/riesgos-ambientales-del-fracking
Castillo, J.(2000). Escuchar lo que dicen los pobres a la iglesia
Fierro, J. (2011). Minería en los páramos: El agua vale más que el oro. http://www.razonpublica.com/index.php/econom%C3%ADa-y-sociedad/1917-mineria-en-los-paramos-el-agua-vale-mas-que-el-oro.html
Telesur,tv (2014). Nestlé pretende privatizar el agua. http://www.telesurtv.net/news/Nestle-pretende-privatizar-el-agua-20141105-0075.html
Wiener, C. (1980). Cuadernos Bíblicos 20 El Segundo Isaías

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